FIBROMIALGIA III-Fibromialgia: misterioso dolor extremo


Jeannette Delgado Díaz
La Fibromialgia es un síndrome conocido por muchos pacientes con Artritis Reumatoide (AR), Lupus Eritematoso Sistémico (LES) y Síndrome de Sjögren. Pero cuidado, que afecta también a la población general.

La Sociedad Argentina de Reumatología define la Fibromialgia como “un conjunto de signos y síntomas, que se caracterizan por dolor corporal generalizado y cansancio desde el despertar”. A ello se suman otros trastornos como dificultad para dormir, rigidez matutina, el llamado “síndrome de piernas inquietas”, intolerancia al frío, cefalea intensa, sensación de hormigueo y adormecimiento en manos y pies, falta de memoria y dificultad para concentrarse, estos últimos episodios definidos como “fibroneblina”. En las mujeres, a quienes afecta principalmente, también se manifiesta con períodos menstruales más dolorosos.

Quienes padecen de Fibromialgia experimentan profundas dolencias percibidas como de tipo óseo, picaduras, pinchazos, ardor o inclusive puntadas. Los médicos han identificado 18 puntos hipersensibles dentro de los que figuran cuello, hombros, espalda, caderas, brazos, piernas y glúteos.

Algunos pacientes identifican las articulaciones como raíz del malestar, sin embargo, la falta de inflamación permite inferir que la Fibromialgia no es una enfermedad de origen articular, sino más bien de tipo muscular. Sea cual sea su origen, los aquejados describen el síndrome como una de las expresiones de dolor más fuertes e intensas. “El dolor es desgarrador, invalidante, te deja sin movilidad. No es una molestia muscular normal, te toma el pecho, los brazos, las nalgas, parece que los glúteos se te van a caer, al igual que la mandíbula y la cara, no puedes respirar y sientes el cuerpo rígido”, relata Roxana Valenzuela, quien padece AR y Fibromialgia.

La raíz de la enfermedad

Hasta hoy la ciencia no ha logrado definir con exactitud cuál es el origen de este síndrome. Sin embargo, se han identificado elementos que la gatillan tales como infecciones, traumatismos, accidentes, estrés emocional y laboral, lesiones, depresión, miedo, rabia, ansiedad, haber sido víctima de eventos dolorosos en términos físicos o emocionales, como en el caso de abusos sexuales, agresiones físicas y sicológicas. Por esa razón, la Fibromialgia no sólo aqueja a pacientes con AR, sino también a niños, adolescentes, hombres y sobre todo –en el 80 a 90 por ciento de los casos- a mujeres.

“Esta enfermedad se vincula con las emociones”, comparte Roxana. “Empiezas con una depresión que nadie nota, y a medida que tu estado emocional empeora se deteriora tu estado físico. Por fuera es imperceptible, la piel no se calienta, no hay signos externos, pero uno cree que se va a morir del dolor. Es imposible hasta moverse en la cama, mucho menos caminar. Eso afecta aún más el ánimo. Yo estaba deprimida a causa de mi AR, eso desencadenó en mí la enfermedad”, declara esta mujer de 49 años.

La doctora María Eugenia Moneta, neurofisióloga clínica de la Universidad de Chile, señala que en esta patología los reguladores fisiológicos y sicológicos sufren alteraciones, ello provoca una baja en el umbral del dolor y se genera una interpretación anormal de la sensación dolorosa a nivel cerebral.

Cómo afrontar la Fibromialgia

Una de las primeras recomendaciones para quienes padecen Fibromialgia es tomar conciencia que esta enfermedad no tiene cura definitiva, y que una buena disposición al tratamiento puede ayudar notoriamente a reducir y controlar el dolor, para mejorar su calidad de vida.

Es fundamental que desde el inicio se trabaje con apoyo de un psicólogo, pues las experiencias traumáticas son antecedentes esenciales a la hora de explicar el desarrollo de este síndrome. Por lo general, el tratamiento incluye un programa de actividad física progresivo y personalizado, corregir las alteraciones del sueño, analgésicos, relajantes musculares y, a veces, antidepresivos.

En su charla “Nuevos tratamientos en Fibromialgia y dolor crónico”, la doctora Moneta señala que las intervenciones puramente somáticas y farmacológicas han demostrado ser insuficientes para manejar los síntomas de la enfermedad. Al estar relacionada con episodios emocionales, los programas terapéuticos complementarios, que trabajan en la modificación del comportamiento desde el área cognitiva conductual del afectado, han demostrado mucho mayor eficacia.

El objetivo de estas terapias es mejorar la percepción sensorio-motriz en los pacientes, para que aprendan a regular el dolor crónico identificando de qué zona proviene el malestar. “Este proceso mejora la percepción reducida del cuerpo, modificando la autoimagen y aumentando la confianza en el movimiento y la postura, con lo cual el dolor es mejorado cognitivamente hasta la extinción”, señala la doctora Moneta.

Información gentileza Dra. Maria Eugenia Moneta.

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